– El mismo alcalde al que le retiraron la visa y que aún así busca reelegirse, es el mismo al que su propia gente de Puerto Peñasco dejó solo durante su informe de gobierno.
Por Luis Carlos Bravo
Recientemente se llevó a cabo el informe de gobierno del alcalde de Puerto Peñasco, Óscar Castro Castro. Un evento que, de acuerdo con la publicidad previa, prometía ser “el evento del año”, una fiesta popular que mezclaría música en vivo, convivencia ciudadana y, claro, el discurso de su presidente municipal resumiendo su primer año de gestión.
Hasta yo caí en la expectativa. Sí, yo mismo fui a Puerto Peñasco a presenciar ese tan anunciado informe. Fue un día de trabajo intenso en la ciudad costera: por la mañana, en el evento Sonora Atiende, tuve la oportunidad de saludar al alcalde y entrevistarlo sobre sus aspiraciones de reelección. Con toda franqueza, me dijo que, del 0 al 10, calificaba con un 5 sus intenciones de volver a ser presidente municipal. Y cuando le pregunté qué esperar del informe, me respondió con seguridad: “te sorprenderás, te invito a que nos acompañes esta noche”.
Ansioso, regresé al hotel para prepararme, convencido de que lo que se avecinaba sería un evento multitudinario. Pero la sorpresa fue otra: la misma calificación de 5 que el propio Castro Castro se dio sobre sus aspiraciones de reelección, fue la misma (y siendo generoso) que yo le pondría a los resultados expuestos en su informe.
Vacío de gente, vacío de contenido.
El presidente, altanero desde los primeros segundos, abrió su discurso diciendo que no hacían falta los que no estaban, sino que estaban los necesarios. Una frase que sonó más a justificación que a celebración, porque al voltear a las sillas cercanas al escenario, la realidad era desagradable: sólo Ricardo Lugo Moreno, delegado federal de Gobernación en Sonora, representaba una presencia institucional de peso. Ni un diputado federal, ni siquiera su diputado local. Mucho menos algún funcionario relevante del Gobierno del Estado.
La ausencia de respaldo político era evidente. Y lo que se prometía como verbena popular se quedó en un evento deslucido, con un puñado de asistentes y con resultados de gobierno que, más allá de lo dicho en el micrófono, no lograron encender ni a su propia base.
El propio Castro presumió de encabezar un gobierno excelente, pero nada extraordinario. Como si los gobiernos necesitaran de grandes estrategas para caminar, olvidando que son las personas que llevan años trabajando en las dependencias —y que pocos reconocen— quienes realmente hacen que las instituciones funcionen. Puerto Peñasco no es grande por quienes lo gobiernan de paso, sino por su gente.
En su discurso destacó que Peñasco es un gran recaudador de impuestos gracias al turismo, como si eso fuera un logro personal. La realidad es que el puerto tiene décadas creciendo y lleva su propio ritmo con la fuerza de su población y de su economía, no gracias a un alcalde.
Eso sí, Castro repitió una y otra vez que con recursos públicos de los peñasquenses logró comprar dos recolectores de basura, a los que se suman dos más enviados por el gobernador. Esa fue, prácticamente, la “gran obra” que quiso resaltar como estandarte de su gestión.
También dijo que vislumbra mejoras en seguridad pública, pero no explicó cómo; se comprometió a resolver los problemas de antaño en la ciudad, pero tampoco dijo cómo. De eso a nada, mejor nada.
Un informe que refleja la soledad política de Óscar Castro Castro, y que deja en el aire la pregunta: ¿cómo pretende reelegirse un alcalde cuya principal carta de presentación es un informe tan vacío como sus resultados?





